C.1-Ep.1. El mensaje

Nota del autor: del diario de DARÍO LUQUE.

Salamanca, 18 de diciembre de 2017. Juzgados.

—Darío, ¿vienes? Vamos al Cafetín, aprovechando que tenemos un descanso. Luego me espera una mañana ardua, todavía tengo que celebrar cinco señalamientos —aquel lunes, Luis parecía especialmente agotado.

—Sí, tengo que subir al despacho un momento y en seguida os alcanzo. Pídeme lo de siempre —respondí. En realidad, tampoco ese era mi mejor día.

Cuando Luis y Sofía subieron las escaleras y salieron del edificio, aproveché para coger el ascensor y dirigirme al lugar donde más horas había pasado últimamente, en especial desde que recibí aquel fatídico correo electrónico que me había privado el sueño y cercenado la escasa energía que me quedaba.

Había dudado mucho acerca de si debía dar este paso o no. Sabía que era la única en quien realmente podía confiar: ella había sido mi compañera inseparable, mi amiga, la persona que mejor había llegado a conocerme. Pero, por otro lado, hacía casi diez años que no habíamos vuelto a vernos… ni a hablar. Sus últimas palabras aún resonaban en mi cabeza como una losa pesada que no dejaba de golpearme: “Más que dolida, estoy decepcionada. No te reconozco. Es mejor que no me llames más. No te deseo suerte, porque no te la mereces”. Y quizás, después de todo, tuviera razón…

Pero ya no podía más. Busqué entre mi lista un contacto que hacía mucho que no utilizaba y me lancé. Ni siquiera sabía si conservaba el mismo número, pero ¿qué otra cosa podía hacer?

1.1_1

Volví a guardar el teléfono móvil, dejé la toga sobre el respaldo de la silla y cerré la puerta al salir. Abandoné los Juzgados ensimismado, sintiendo una mezcla de esperanza y desazón. Cuando llegué al bar, mis compañeros estaban comentando el último caso de corrupción que había aparecido en los medios, en el que parecía que se había visto involucrado un alto cargo del gobierno y algún miembro de la carrera judicial.

—¡Cómo están vuestros compañeros! —indicó Sofía, divertida, simulando verdadera preocupación.

—¡No me jodas, Sofi! —respondió Luis, visiblemente molesto—. ¡Esto son los cuatro de siempre! Y por su culpa sospechan de toda la carrera judicial. ¿No te parece, Darío?

Pero yo no estaba en ese instante junto a mis compañeros. El momento del descanso llegaba a su fin, así que apuré mi café mientras sonreí, distraído, al último comentario de Luis y salimos en dirección a la Plaza de Colón.

Pero ni mi cabeza ni mi corazón acompañaban, entonces, mis pasos…

(Continuará…)

Texto y argumento revisados por Sara García.

Publicado por

Javier Sánchez Bernal

Licenciado en Derecho, Máster Universitario en Corrupción y Estado de Derecho y Doctor por la Universidad de Salamanca. Líneas de investigación: Derecho penal económico, Derecho y deporte, corrupción pública y privada. Proyecto de escritor.

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