C.2-Ep.2. La oscuridad

Nota del autor: Del diario de DARÍO LUQUE.

Salamanca, 28 de diciembre de 2017. 20:15 h. Vivienda.

Al recibir la contestación de Adriana, me invadió una sensación extraña, mezcla de nostalgia y desazón. Me había pasado los últimos nueve años imaginando cómo sería volver a verla, cómo reaccionaríamos al tenernos frente a frente; cómo se erizaría mi piel al mirar, de nuevo, esos ojos… Y ahora, dudaba de si había sido actuado bien. En realidad, tras aquel correo electrónico, mi supuesto amigo no había vuelto a entrar en escena…

Pero ella me había dado la oportunidad y no podía desaprovecharla, así que, tras esperar unos minutos, comprendí que había llegado el momento.

—¿Sí? —de repente, su voz curó todas mis angustias.

—Adri, soy Darío. ¿Qué día prefieres que nos veamos? —respondí, sorprendido por los nervios. Nueve años esperando aquel momento y no había sido capaz ni de saludarla con amabilidad.

—Como te decía por Whatsapp, estaré en Béjar hasta el día 4. Si quieres, el día antes puedo acercarme a Salamanca por la tarde y nos tomamos un café —me dijo, sensiblemente incómoda.

—Te lo agradezco, de verdad —repuse, tratando de endulzar la conversación todo lo posible.

—No tendré mucho tiempo, pero, si te va bien, ¿quedamos en El Alcaraván a las nueve y media? Siento no tener un rato antes… —me indicó.

—Perfecto, allí estaré. Gracias de nuevo —me despedí.

—Cuídate hasta entonces, chao —y, tras estas palabras, colgó.

Salamanca, 3 de enero de 2018. 21:00 h. Plaza de Monterrey.

Desde la conversación con Adriana por teléfono de hacía unos días no había podido despojarme de los nervios, similares a aquellos que tiene un niño antes de abrir un juguete nuevo o un adolescente antes de su primera cita.

Quería llegar temprano y necesitaba, además, serenarme y ordenar mis ideas antes de volver a tenerla mirándome a los ojos. Caminaba despacio, admirando la belleza nocturna de esa parte de Salamanca, tan histórica, tan mágica.

Tal vez, después de todo, las noches de insomnio tras recibir aquel correo electrónico cobraran ahora sentido, simplemente por volver a compartir unos minutos con ella.

Doblé la esquina hacia la calle Compañía y me subí la bufanda, pues arreciaba el frío. Iba absorto en mis pensamientos cuando me crucé con un joven que iba en dirección opuesta con la cabeza mirando al suelo.

—Disculpe, ¿tiene fuego? —me susurró justo al pasar a mi lado.

—No fumo…

Fue lo último que acerté a pronunciar. Sin comprender de dónde había venido sentí, de repente, un fuerte calambre en la espalda y noté cómo caía desplomado al suelo. Después, la oscuridad.

(Continuará…)

Texto y argumento revisados por Sara García.

Publicado por

Javier Sánchez Bernal

Licenciado en Derecho, Máster Universitario en Corrupción y Estado de Derecho y Doctor por la Universidad de Salamanca. Líneas de investigación: Derecho penal económico, Derecho y deporte, corrupción pública y privada. Proyecto de escritor.

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