Estaba frente a ti, aunque no conseguías verme. Me había afeitado y me había puesto un poco de mi mejor perfume, había estrenado zapatos nuevos… pero seguía siendo un fenómeno etéreo ante tus ojos. Adelgacé casi diez kilos para sentirme mejor, aunque, en realidad, deseaba que tú me vieras más guapo. No me prestabas atención: vacío. ¿Cómo podía ser posible?
Recuerdo aquella tarde, en una de nuestras conversaciones en las que me hablabas de él: de ese chico que no te hacía caso, que te hacía daño con cada desprecio… y me decías que estabas cansada de no encontrar a nadie para quien fueras especial, la única importante. Y yo seguía a tu lado, invisible. Comprobaba, pávido, cómo tu corazón se desgarraba por recibir nada a cambio de darlo todo. Y yo seguía ahí, amándote, dispuesto a agotarme por ti.
Vi como llorabas por quien no lo merecía, mientras decías no merecerme: mis palabras, mis consejos. Ser, como tú, único; en paralelo, pero nunca de la mano. Regalador de paz a cobro revertido. Así de mierda es la vida.
Y mientras tanto, doy gracias por estar… aunque no esté como me gustaría.
Me ha encantado, FElicidades!!
TE invito a que por favor pases por mi blog y le eches un ojo
¡Un saluido!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Muchas gracias, amigo. Te visitaré. ¡Un saludo!
Me gustaLe gusta a 1 persona