Nota del autor: Del diario de DARÍO LUQUE.
Madrid, 8 de enero de 2018. 14:19 h.
—En fin… como te decía, casi nadie en nuestros círculos la conoce como Verónica Mendoza, sino como la Emperatriz de Medellín. Para que te sitúes, nace en dicha ciudad colombiana el 8 de octubre de 1980. Hija de un alto militar colombiano. A mediados de 2001 se registra su primer contacto con las FARC y con el conflicto armado de su país. Se dice que su familia estuvo muy vinculada al antiguo cártel de Medellín hasta la caída de Pablo Escobar a mediados de los 90. Con la desaparición de esta organización y de aquella otra que se decía su máxima rival, el cártel de Cali, surgieron grupúsculos de la droga más pequeños, dispersos y especializados, con la intención de dificultar la ya de por sí débil acción de las autoridades.
—Entiendo —afirmé. Los hechos comenzaban a seguir un cierto patrón—. Supongo que la Emperatriz se involucró en uno de esos grupos con el fin de financiar, o cuanto menos servir de enlace, entre el narcotráfico y el conflicto.
—Así es. Y no solo eso: según creemos, en apenas un año pasó a comandar tácitamente el mercadeo ilegal de marihuana, cocaína y la producción de LSD de todo el noroeste colombiano. Transcurridos cinco años dirigía las exportaciones ilegales de drogas a Estados Unidos y el sur de Europa. A finales de 2012 tuvo problemas con la DEA norteamericana y, por extensión, con el gobierno colombiano y, bajo pretexto de buscar apoyos internacionales para la resolución del conflicto en su país, llega a Barcelona. Se traslada de forma estable a Madrid en 2014.
—¿Ahí se rompen los vínculos con las drogas y las FARC? —quise saber.
—Luque, se me hace tarde. Solo puedo decirte, de momento, que su nombre aparece explícitamente en los Panama papers y vinculado al conflicto centroafricano. No tengo claro si tiene algún interés en Siria…
—Un historial de primera —sentencié, irónico.
—¡Ah! Una cosa más antes de que te marches: Miguel López Rivera fue el primer abogado de la Emperatriz en España. Fue investigado por una trama de supuesto blanqueo de capitales procedentes de la droga colombiana que Verónica importaba en nuestro territorio: quedó en nada por falta de pruebas; el sujeto es bueno, según parece. Tras aquel incidente, creó una estructura familiar en la que sus dos hijos, Miguel Ángel y Desiré, se ocupan de los aspectos más allá de la legalidad del tinglado de su padre: él resuelve todos los problemas logísticos y de intendencia; ella se encarga de que no quede ningún rastro. Es especialmente buena en asuntos informáticos. Tu amiga y tú corréis peligro, dejad de tomaros esto como si fuera un juego o un simulacro de vuestra carrera… Y ahora, si me disculpas, debo volver al despacho. Ten muy presente todo lo que has escuchado aquí.
Endureció severamente el gesto en su última frase y me invitó a salir del coche oficial. Permanecí inmóvil, al lado de la puerta del conductor de mi coche, viendo alejarse el Mercedes negro. Debía asimilar mucha información y sopesar cada una de mis opciones, y debía hacerlo rápido. No solo por mí, sino especialmente por aquellos que me importan y se habían visto involucrados en esta red.
Los cinco días de permiso, concedidos por el Consejo General del Poder Judicial por las vacaciones no disfrutadas del año anterior, expiraban ya. Debía volver a Salamanca y reincorporarme al juzgado al día siguiente, aunque, conforme se sucedían los acontecimientos, comprendía que solo en Madrid podría dar algunos pasos para cambiar el rumbo de esta maldita historia.
Un pensamiento se instaló en mi cabeza en ese momento. No sabía cuánto más iban a complicarse las cosas de ahí en adelante; debía ser precavido y actuar con inteligencia. No lo dudé ni un segundo. Llamé a su teléfono en varias ocasiones, pero no obtuve respuesta. Tras la última de ellas, decidí dejar un mensaje en su contestador: “Adri, estoy encantado de haber vuelto a verte. Espero que podamos mantener el contacto y vernos alguna vez a partir de ahora. Pero, por el momento, te ruego que te alejes: debo hacer esto solo. Es lo mejor para todos. Cuídate.”
Volver a alejar a Adriana me ensombreció el espíritu. Recorrí distraído los escasos metros a mi coche y accedí al puesto del conductor. No reparé en la nota hábilmente trabada en el limpiaparabrisas del lado del copiloto hasta que ya había arrancado. Su color amarillo intenso llamó mi atención. Apagué el contacto y salí a buscarla.
No sabía si era un mal chiste o una broma macabra, pero empezaba a desear rendirme… Quizás quitarme de en medio salvaría algunas vidas, después de las que, por mi indolencia, se habían perdido años atrás.
(Continuará…)
Texto y argumento revisados por Sara García.
Un comentario en «C.4-Ep.2. La revelación»