C.4-Ep.3. El vínculo

Nota del autor: Del diario de ADRIANA IBÁÑEZ.

Madrid, 8 de enero de 2018. 16:28 h.

Adri, estoy encantado de haber vuelto a verte. Espero que podamos mantener el contacto y vernos alguna vez a partir de ahora. Pero, por el momento, te ruego que te alejes: debo hacer esto solo. Es lo mejor para todos. Cuídate.

La situación comenzaba a agotarme. Comprendía por qué Darío trataba de alejarme del foco; de retirarme del punto de mira del indeseable de Miguel Ángel y de su familia. Pero, por otro lado, me irritaba su actitud: él fue quien acudió a mí unas semanas atrás cuando se sintió acorralado; él volvió buscando mi protección y mi ayuda. Me involucré, sin pensarlo, y ahora, cuando pintaban espadas, ¿pretendía volver a echarme de su vida? ¿Acaso no confiaba en mí?

Quizás debía confesarle que, ahora que había vuelto a mi vida, me había dado cuenta de que sigo sintiendo cosas muy intensas por él. Pero, ¡no! Darío es una historia pasada. Así debe ser: tuvimos nuestro momento, disfrutamos de nuestra oportunidad y no supimos aprovecharla. Ninguno de los dos. Por otro lado, la conexión entre ambos fue únicamente física: él nunca fue capaz de expresar sus sentimientos, de arriesgarse ni de dejarse llevar. Nunca fue hombre de una sola mujer y, en este momento de mi vida, me merezco a alguien con quien vivirlo todo; un compañero que me haga crecer, que sume en mi vida y encaje las piezas de mi puzle incompleto.

Quizás el vínculo entre Darío y yo ya no era real. Probablemente tan solo se trataba de los efectos de haber reavivado una llama mal apagada en otros tiempos. Sí, seguramente todo esto no era más que un capricho de mi subconsciente. O tal vez no… a lo mejor Darío fue, es y siempre será el hombre de mi vida.

(…)

Nota del autor: Del diario de DARÍO LUQUE.

Nota del autor2: En aras a la fluidez de la historia, me he tomado la libertad de intercalar este fragmento del diario de Darío, cuyos acontecimientos ocurren al mismo tiempo que los vividos por Adriana.

Madrid, 8 de enero de 2018. 16:30 h.

Tras comer algo rápido en el McDonald’s de Puerta del Sol, me convencí inconscientemente de que debía regresar a Salamanca. Mi cabeza daba cobijo a un maremoto de sensaciones y de preguntas sin respuesta. ¿Cómo habría sabido Desiré que pensaba volver a Salamanca ese mismo día? ¿O acaso no sabía de mi estancia en Madrid y estaba citándome en el lugar en que era más probable que me encontrara? “Darío, céntrate, recuerda: esto no es un juego”.

La nota que, supuestamente ella, había dejado en mi coche volvió a encender mi lado irracional: “No solo soy buena en informática… ¿Se trata de una proposición? ¿O, simplemente, de una nueva trampa para llevarme a su terreno?”. Mi versión racional luchaba con todas sus fuerzas para que ignorara la cita, pero, lamentablemente, mi faceta pasional ya había decidido mi próximo movimiento en esta partida de ajedrez que estaba jugando sin desearlo.

Y, precisamente en ese momento, una imagen invadió todo mi ser, de la cabeza a los pies, en una mezcla de advertencia y de confortación: Adriana, la mujer de mi vida, la única a la que he amado, apareció en mi mente para recordarme cuál era el camino que debía seguir; de qué lado estar en aquella guerra de intenciones.

Nota del autor: Del diario de ADRIANA IBÁÑEZ.

Madrid, 8 de enero de 2018. 16:28 h.

(…)

Era hora de actuar y realizar una llamada a una vieja ‘amiga’. “No me voy a ir ahora, guaperas, ni te lo pienses”.

—¡Querida Adriana, cuánto tiempo! —respondió, con sorna, una voz al otro lado del teléfono—. Esperaba, desde hace días, que me llamaras. ¿Has reconsiderado mi ofrecimiento para vernos y tomar un café juntas?

—No estoy para chanzas, tienes que acabar con esto de una vez —impuse, enfurecida.

—Adri, Adri, Adri… siempre tan impetuosa —rio la voz—. Ya deberías saber que la vida sigue su curso, nos guste o no. Lo que está en juego está por encima de ti, de mí… y, por supuesto, de él.

—Me prometiste que lo protegerías. Esa fue la condición por la cual me alejé de su vida —dije, casi suplicando.

—Esta noche voy a verlo, estoy segura. Lo voy a cuidar muy bien, te doy mi palabra —su tono de suficiencia y de desafío resonó más allá del auricular.

Desiré acabada de dejarme claras sus intenciones: estaba dispuesta a llegar al final con tal de arrebatarme a Darío.

Colgué, ofuscada y convencida: yo tampoco había dicho, aún, mi última palabra.

(Continuará…)

Texto y argumento revisados por Sara García.

Publicado por

Javier Sánchez Bernal

Licenciado en Derecho, Máster Universitario en Corrupción y Estado de Derecho y Doctor por la Universidad de Salamanca. Líneas de investigación: Derecho penal económico, Derecho y deporte, corrupción pública y privada. Proyecto de escritor.

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