Ninguno de los dos se había planteado si eran amigos o, quizás, algo más. Él la veía como alguien único, una persona con quien podría ser feliz el resto de su vida. Ella se sentía especial a su lado, había descubierto que le hacía reír, que le permitía sentirse relajada, tranquila; cuando estaban juntos todo parecía más fácil… Ambos lo sabían: estaban conectados, como nunca lo habían sentido antes, pero no había surgido lo suficiente para poder llamarse novios. Cosas del destino.
Aquella noche disfrutaban de una animada conversación con varios de los amigos de ella: reían, se miraban cómplices. Y apareció aquel chico, un recuerdo del pasado de ella, que se acercó y la saludó efusivo.
—¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Estás realmente guapa! —dijo, cortésmente.
Ella agradeció el cumplido y comenzaron a hablar de sus vidas, se pusieron brevemente al día de sus últimos años.
—Veo que estás con tus amigos —el chico comenzaba a acercarse a ella, confiado.
—Sí, he venido con él —respondió ella, mirándolo con cariño.
—Le conozco de hace años, no sabía que erais amigos —contestó el chico. En ese momento, este se percató de cómo ella lo miraba a él; de cuánto amor destilaban sus ojos. Y añadió—. Pero, no estáis juntos, ¿verdad? —la incredulidad se instaló en el chico.
Ella comprendió al instante cómo el chico lo había despreciado. Y, en ese momento, lo tuvo claro. Él estaba hablando con otras personas, ajeno a la conversación en la que estaba siendo protagonista, y ni la vio venir. Ella se acercó por detrás y se puso frente a él: lo miró a los ojos. Lo besó, por primera vez. Primero, despacio; después, como si fuera la última. Él no entendía nada. Se quedó petrificado mientras aquellos labios le dibujaban lo que ella sentía en realidad. Él se dejó llevar, acompañando ese beso con su boca, diciéndole que la amaba en cada movimiento. Todo había acabado; una nueva historia comenzaba.
Ella clavó sus ojos en él y le sonrió. Lo cogió de la mano y le apremió a seguirla.
—¡Vámonos!
Él seguía sin comprender y le interrogó con una sonrisa.
—Nunca antes me había excitado con un beso —le susurró ella—. Viajemos juntos al cielo.