Nunca pensé que mi futuro llegaría a estar ligado a la abogacía. Siempre me había visto en alguna gran empresa, desarrollando proyectos de investigación, desarrollo e innovación o, incluso, formando parte de la política activa, quién sabe si ocupando un sillón en el Congreso…
Pero aquella mañana de abril la vida me cambió con una fuerza transformadora: en una de mis múltiples visitas a La Línea de la Concepción lo comprendí. Aquellos ojos hundidos me miraban con una mezcla de miedo y súplica, tras haber sufrido un auténtico calvario en una mugrienta patera para llegar a una tierra prometida que no era tal. Nunca olvidaré su abrazo cuando me contó que había conseguido trabajo y sus lágrimas agradecidas cuando detuvimos su expediente de expulsión. Nunca más fui el mismo: soy quien soy por Sule y por todos aquellos que me regalan vida con su esperanza.