Día 19. Iquique, 14 de julio de 2019.
Estoy deseando comenzar esta nueva experiencia. En los dos próximos días conoceré, de cerca, un paisaje completamente nuevo para mí: el desierto. Adentrarme en él no es tan sencillo como me pareció en un principio: gafas de sol, gorra con tapeta, ropa clara y cómoda y protector, mucho protector solar, para el día; ropa de lana, calzas y abrigos consistentes para la noche. Los objetos personales, dispuestos en el pequeño bolso que siempre irá conmigo. ¡Estoy listo!
El propósito de esta nueva aventura es compartir, en primera persona, la fiesta de La Tirana, una vivencia religiosa en honor a la Virgen del Carmen, conocida fuera de las fronteras por combinar la fe cristiana con los ritos indígenas originarios en honor a la Pachamama y al Tata Inti, denominación quechua del dios Sol.
Invertimos más de dos horas en recorrer los aproximadamente 80 kilómetros que separan Iquique de La Tirana, en gran parte debido a los importantes atascos que se acumulaban en nuestro destino. Nos alojamos en un complejo que se publicita como cabañas pero que en nada envidian al mejor de los hoteles. En nuestra primera noche, disfrutamos de un momento agradable con el resto de huéspedes del complejo, como el mejor preludio de la experiencia que nos aguarda.
Día 20. La Tirana (Comuna de Pozo Almonte), 15 de julio de 2019.
Más de doscientas mil personas congregadas en la plaza del pueblo de La Tirana, un oasis en el centro de la Pampa del Tamarugal, dispuestas a profesar su fe en la Virgen al calor de una fe común. Una fila de varios cientos de metros compuesta por fieles que esperan, pacientes, para orar unos segundos frente a la Virgen del Carmen de La Tirana. La solidaridad, que pude comprobar yo mismo como protagonista, se convierte en el nexo de unión entre las personas.
Describir el cúmulo de sensaciones vividas se me hace casi imposible. La ceremonia eucarística de la Víspera resulta un ejemplo perfecto de sincretismo entre el rito católico y las expresiones indígenas originarias. La música y los bailes se erigen en el centro de la fe; vividos con naturalidad por todos, alejando la ceremonia del hieratismo europeo, particularmente de las formas conservadoras a las que yo estoy acostumbrado.
En las dos horas que duró la Eucaristía pude comprobar cómo los miles de personas nos llegamos a convertir en una sola alrededor de la Virgen del Carmen. La música, los trajes y ritos tradicionales llenaron de color, y de sentido, la profesión de la fe. Los obispos y sacerdotes presentes participaban, en comunión con todos, de la vivencia compartida: referencias al drama de los inmigrantes, a los males de la Iglesia y al conflicto en la educación que estos días vive el país. Las personas, por delante de las formas; la sensibilidad social en unión al sentido religioso. Un modo de vivir la fe que me emocionó.

Día 21. La Tirana-Iquique, 16 de julio de 2019.
Volvemos a Iquique. Dentro de mí, un sinfín de momentos que aún tengo que exprimir. Días de reflexión, y de oración, que merecen la pena conocer y sentir.
¡Viva ya, viva ya, Reina del Tamarugal!