Día 33. Santiago, 28 de julio de 2019.
El sol aparece tímidamente para iluminar esta mañana de domingo. En nuestro horizonte, llevar a cabo un plan que habíamos dejado pendiente unas semanas atrás: recorrer Santiago en el autobús turístico Hop on-Hop off. Salimos algo tarde, pero es parte de la magia de estos días: disfrutar cada segundo y darle a cada momento, su espacio. Decidimos tomar el autobús en la sexta parada, denominada «Plaza de La Constitución», junto al Palacio de La Moneda, sede del Presidente de la República chilena.
Recorrimos, en esta primera parte del trayecto, zonas que yo conocía ya o que, al menos, era capaz de ubicar en el mapa: Paseo Bulnes, Santa Lucía, Providencia… hasta que llegamos a la zona empresarial de Santiago, conocida popularmente como ‘Sanhattan’. Ahí me esperaba la segunda etapa de este magnífico día; sin duda, una de las experiencias más emocionantes que he vivido: subir al mirador Sky Costanera.
Esta zona de la ciudad es muy diferente a otras. Parecen planos antagónicos de un mismo cuadro. Los altos edificios, impersonales, de un gris vidrioso, destinados a grandes multinacionales y otros negocios, contrastan con el dibujo de comunas como Las Condes o Santiago Centro. La mayor o menor riqueza, definitivamente, también se refleja en el diseño de la urbe.
Tras bajarnos del autobús turístico, entramos en el Costanera Center, un gran mall o centro comercial que incluye la Gran Torre Santiago, el rascacielos más alto de América Latina, con 300 metros de altura. Lo primero que me llama la atención son sus ascensores de gran velocidad, que son capaces de subir hasta el piso 61 (253 metros de altura) en apenas 40 segundos. La subida al piso 62 (261 metros de altura), donde se encuentra el mirador, protegido por grandes placas de vidrio pero a cielo abierto, se salva a través de una escaleras mecánicas.
Pocas veces me he sentido tan pequeño, y tan maravillado, al mismo tiempo… Escuchamos, durante unos minutos, las explicaciones de una animosa guía, que iba desgranando el nacimiento y crecimiento de la ciudad, entre los cerros y el río.
Abandonamos el mirador; yo no salía de mi asombro. Volvimos a subir al autobús y terminamos el recorrido, cuando la luz del día ya nos había abandonado.
Un paseo singular; unas vistas majestuosas. ¡Feliz!