Más allá de la tierra,
donde el mar salvaje se vuelve calmo,
un paraíso recóndito,
familiar; a la vez que extraño.
Palafito de madera,
sueños e imágenes en rústico:
mecidos por el rumor de la marea.
Tras sus ventanas, recuerdos
de momentos felices aún por vivir.
Instantáneas nuevas, adornadas
por el calor de antaño.
El aire huele a hogar,
a leña recién dorada por el fuego.
Al fondo, barcos;
viejos armazones que se renuevan
al son que marca el capataz.
¡Sosiego, horizonte, libertad!
Lejos del mundanal ruido.
Purificado por un aire fresco, inmaculado,
el sol espera, paciente, su ocasión de aparecer en escena
y teñir de cobre la claridad del día.
Entre la plaza y el puerto,
una costurera va tejiendo la lana.
¿Huyen ustedes del Trauco?
No le vimos hoy, aparezca quizá mañana.
Cuna de leyendas,
crisol de artesanías.
La quietud se adueña de mi espíritu;
se embriagan mis sentidos
al surcar los rincones de tu belleza.