Día 53. Castro-Dalcahue (Isla Grande de Chiloé)-Puerto Varas, 17 de agosto de 2019.
Llegamos justo a tiempo para desayunar antes de las 10. Al terminar, desde el Palafito pedimos un Uber que nos llevará a Dalcahue, un pueblo de algo más de 10.000 habitantes, distante unos 20 kilómetros desde Castro. Algo más de media hora después de iniciar el trayecto, el conductor nos deja en la plaza. Comenzamos nuestro paseo, y como ya hiciéramos la tarde anterior en Castro, ocupamos un par de horas en conocer los distintos puestos del mercado de artesanía, donde, de nuevo, la madera y la lana eran las protagonistas.
Llegada la hora de comer, decidimos entrar en una cocinería, un lugar típico de la zona. Se trata de un local dividido en varios puestos de comida. Haciendo honor a la fama, los productos del mar son la estrella, pero nosotros elegimos el puesto que vendía empanadas y pedimos media docena, tres de queso y tres de mariscos. El espacio rebosa vida y ajetreo. Le pregunto a uno de los camareros cuántas empanadas aproximadamente pueden vender al día; más de 600 habitualmente, me dice. Acompañamos el almuerzo con una bebida que compartimos y, algunos minutos después de dar buena cuenta de las empanadas, solicitamos otro Uber y volvimos a Castro.
A las 3 de la tarde, de nuevo en autobús, pusimos rumbo hacia Puerto Varas, donde nos quedaríamos hasta el día siguiente. Llegamos apenas cuatro horas después, este trayecto fue más rápido que el que nos llevó a la isla Grande de Chiloé. A unos cinco minutos de la ciudad se encontraba nuestro hotel: un lugar pintoresco en el que, nada más llegar, pudimos disfrutar de una hora de baño en una piscina climatizada. Después, una cena ligera y a dormir.
Día 54. Puerto Varas-Frutillar-Santiago, 18 de agosto de 2019.
Un contundente desayuno en el hotel: listos para nuestro último día de descanso. Hacemos el check out y nos vamos, desde Puerto Varas hasta Frutillar en una micro, un pequeño autobús interurbano que conecta las ciudades y pueblos de los alrededores. Una hora después, sobre las 12 del mediodía, nos dejan en Frutillar Alto. Si queremos llegar al lago Llanquihue, paraje que nos ha llevado hasta allí, debemos bajar caminando; casi una hora de trayecto, pero lo logramos. La vista ha merecido la pena.
Finalizamos el agradable paseo con una deliciosa comida en un restaurante inspirado en la comida alemana. Compramos miel y mermelada, famosas en todo el país y regresamos en micro hacia Puerto Varas. Un café y rumbo al hotel a buscar nuestras cosas. El reloj da las 20.30 h. Nos subimos a otro autobús salón-cama que nos lleva a Santiago, tras haber disfrutado de unos magníficos días en el sur de Chile.
Llegamos con retraso a la capital, sobre las 9 menos cuarto de la mañana. A las 10 tengo programado impartir una clase en la Universidad, así que, con el tiempo justo para cambiarme y prepararme, doy por concluida esta nueva andanza.
¡Cansado, pero feliz, sigo descubriendo nuevos rincones y atesorando nuevas experiencias!