Este fin de semana, por fin, he podido ver Mientras dure la guerra, la última película de Alejandro Amenábar, ambientada en los acontecimientos previos a la Guerra Civil, rodada en Salamanca y centrada en la figura de Miguel de Unamuno. Son muchas las lecturas que pueden hacerse del, ya adelanto, maravilloso film de Amenábar.
Podría hablar de la escenografía, la fotografía o de la emoción que sentí al ver la Plaza Mayor de Salamanca enjardinada, el Paraninfo como, a buen seguro, lucía en tiempos de Unamuno o la Plaza de San Benito y el actual Centro de Estudios Brasileños recreando alguna localización cacereña. Daría para una reflexión pausada el personaje de Unamuno —majestuosamente encarnado por Karra Elejalde; nueva interpretación destacada de este gran actor—: un alma marcada por las contradicciones, que se movió en un contexto complejo, influenciado por un desencanto creciente hacia la Segunda República y a su presidente, Manuel Azaña, y una palpable ambigüedad en los prolegómenos del golpe militar. Pero, a su vez, retrata el largometraje a un hombre decidido, que no dudó en levantarse contra el futuro dictador y sus esbirros —la escena en el Paraninfo, con el famoso “vencer no es convencer” a Millán-Astray, parece seguir, no obstante, la leyenda popular y no tanto los últimos datos conocidos—.
Pero no es objeto de mi reflexión ninguna de estas cuestiones. Fue inevitable pensar en la actual coyuntura política de nuestro país cuando abandoné la sala de cine. En estos días, donde el bien común, el interés público, parece ser lo que menos interesa a nuestros, en general, mediocres políticos, la película me parece un verdadero servicio público ofrecido por Amenábar, en especial a quienes no vivimos aquellos terribles acontecimientos. Y lo hace en un momento especialmente atinado, utilizando un desarrollo de trama accesible a todos, pero sin desprenderse de la ecuanimidad necesaria para tratar un episodio de nuestra Historia que, no nos engañemos, está lejos de ser pacífico.
Nuestra política hace tiempo que dejó de gestionar los asuntos de todos para convertirse en algo irreconocible, vergonzante. Algunas instituciones y organizaciones se permiten el lujo de coger el micrófono y trasladar a la opinión pública mensajes aberrantes, como las inaceptables palabras del prior del Valle de los Caídos, la ceguera y el fanatismo nos están trasladando a un escenario de crispación sin parangón en nuestra democracia creciente… Todos ellos, y algunos otros, ingredientes para los que esta película quiere convertirse en un muro de contención. Es, en mi opinión, una de las mejores llamadas de atención que podríamos recibir.
Hace unos días conocíamos la noticia de que unos sujetos apocados habían boicoteado la proyección del metraje en un cine. Constatar que este episodio histórico sigue siendo objeto de veneración para algunos me hace estar plenamente convencido de la pertinencia de la película. Visionarla, así mismo, en el fin de semana que coincide con la conmemoración del día de la Fiesta Nacional —hasta 1987 conocido como Día de la Hispanidad; supone, además, el trigésimo tercer aniversario de los hechos del Paraninfo, que, recuérdese, se dan en el marco de lo que, en aquellos días de 1936 llamaban día de la raza—, tuvo un significado especial. Animo a quien lea estas palabras a que pregunte a un amigo o amiga natural de algún país de Latinoamérica cómo se entiende, allá, la festividad del 12 de octubre…
Nos queda mucho por hacer. Deberíamos fomentar que jóvenes y mayores lean, conozcan, entiendan y decidan. Quienes no hemos vivido un episodio tan negro y dramático, deberíamos ser conscientes de lo afortunados que somos de vivir en libertad.
No se conoce con exactitud quién acuñó esta expresión —se atribuye, entre otros, al filósofo angloespañol, George Santayana—, pero me parece especialmente pertinente: “los que no pueden recordar su pasado están condenados a repetirlo” o, adaptándola libremente a este contexto: “si olvidamos nuestra Historia, estamos condenados a repetirla”.
… y, cuando menos te lo esperas, se repite. Enhorabuena, Javier Sánchez Bernal.
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Gracias, Eduardo. Hace mucho tiempo que algunos han abandonado la cordura… y estas reflexiones, me temo, son predicar en el desierto. Pero, al menos, nadie me podrá quitar el derecho a expresarme…
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Estupenda tu reflexión como siempre. Y sobre la película, que tengo más ganas aún de verla.
Un saludo
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Te va a gustar, sin duda. Y sobre la reflexión: ¡gracias! En un momento de crispación creciente, como el actual, quizás deberíamos pararnos a pensar, antes de seguir alimentando la confrontación. Pero esto, imagino, es solo una petición inútil…
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