Con este microrrelato, participo en el reto literario «Escribir jugando» del mes de diciembre, propuesto por Lídia Castro, en El blog de Lídia. Cuento una pequeña historia de amor naciente, en 100 palabras, inspirándome en la imagen (carta y dado) de que consta el reto y tratando de cumplir, también, el desafío opcional de incluir algunas antítesis. Espero que lo disfrutéis.
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La luz blanca del atardecer realza el brillo de sus ojos negro azabache y magnifica el fulgor del zafiro que corona su tiara carmesí. Sus movimientos, suaves y elegantes, encandilan a niños y mayores, quienes, cada tarde, nos congregamos alrededor del lago para disfrutar de su arte. Hoy nos regala una coreografía intensa y grácil. Entre aplauso y aplauso, me mira, penetrante, y su sonrisa, fugitiva, me enamora el alma. Cuando vuelvo en mí, la oscuridad nos ha dejado a solas, envolviéndonos en un halo de misterio y de complicidad. Aquí y ahora, me siento dichoso en el paraíso.
Con qué descripción nos obsequias este mes, Javier. Más que un microrrelato es un poema escrito en prosa. Muy bonito.
Muchas gracias por participar en el reto.
Un abrazo y buenas noches 🙂
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¡Qué bonitas palabras, Lídia! ¡Muchísimas gracias! Me alegro que te haya gustado. Es un placer participar, como siempre. Un abrazo 🙂
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Hola Javier
A veces, cuando acaba el espectáculo, ocurren otras maravillas.
Un abrazo
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¡Así es! Y esas otras maravillas son las que conmueven el alma.
Un abrazo.
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