Llegará pronto. Aquellas dos palabras se habían convertido en un mantra para soportar el infierno que había vivido durante los cinco últimos años. Definitivamente, uno no es consciente de cuán valiosos son sus derechos hasta que los pierde y, con mayor motivo, si ese expolio se sufre de manera arbitraria e injusta. Todavía tiene pesadillas al recordar la última sesión de aquel juicio, aquella mañana en la que el juez lo declaró culpable y lo condenó a cadena perpetua… revisable. Y él es inocente. Cayó en la trampa de su hermano gemelo. Aunque duela, no hay odio. Solo desea recuperar su libertad.
Las días se hacen semanas y las semanas, años. La furia inicial contra el sistema, corrupto a sus ojos, dio paso a la incredulidad y esta, a la resignación forzada. Sabe que no podrá recuperar el tiempo perdido y que, más allá de aspirar a una indemnización que no restaura nada, no podrá exigir reparación alguna. Ha decidido estudiar Derecho. Si existe una Justicia, sea cual sea, es su deber encontrarla.