Son las 4:39 de la madrugada. Me despierto sobresaltado, empapado en sudor y con las sábanas y la manta revueltas en el suelo. Otra vez me perturba ese maldito e inexplicable sueño: me veo corriendo, desnudo, a través de un camino enmarañado de malezas y peligros. Cada vez que miro a uno y otro lado, descubro risas perversas de seres anónimos que me gritan, llamándome cobarde y otras lindezas que prefiero no reproducir en mi mente consciente.
Cuando llevo recorrido ese trayecto un tiempo que me parece una eternidad, llego, de súbito, a una explanada donde una voz femenina que me resulta familiar pero no logro identificar me habla, pausadamente, casi en un susurro: «todo es culpa tuya, Asier. ¿Es que todavía no te das cuenta? Los contagios, la miseria, las muertes. Tuviste en tu mano detener este desastre y miraste para otro lado. Cada pérdida, pesará sobre tu conciencia».
En ese momento, el escenario se desvanece y aparezco en la habitación donde me encuentro. Estoy llorando desconsoladamente. Sin saber muy bien de dónde, aparece frente a mí un espejo que me muestra mi rostro: me descubro colmado de heridas y sangre, desfigurado. No soy capaz de articular palabra; de mis ojos solo brotan lágrimas.
De nuevo, aquella voz, dulce aunque imperativa: «Asier, ¿ya has sufrido suficiente? Arrepentirse es muestra de valentía… ¡despierta!».
A pesar de la hora, voy a la cocina a prepararme un café. Me he resignado a pasar, de nuevo, una noche en vela.
Ante una situación cómo esa solo se me ocurre (Tanto si es ficción cómo si no) que el subconsciente nos pone a prueba para darnos cuenta de lo que nos rodea, o no es más que la confirmación de que no somos conscientes de lo que nos rodea. Y la realidad es aumentada, (Nunca mejor dicho) Me ha gustado cómo en tan poco espacio dices tanto. No es fácil. Un saludo!! feliz fin de semana.
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¡Muchas gracias por pasarte y por tu comentario! El relato es ficción, pero estoy de acuerdo contigo: creo que el subconsciente nos está poniendo a prueba, en estos días, de muchas formas, para poder afrontar con más responsabilidad el futuro que se nos presenta. ¡Gracias por tus palabras! Un abrazo y buen fin de semana para ti también.
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¡Ostras! ¡Qué pesadilla! ¿Resultará que al final fue este Asier quien se comió aquel murciélago de las narices? Buen relato en el que narras toda la tensión de esa pesadilla tan angustiosa. ¡Saludos, Javier!
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¡Muchas gracias por leer y por comentar, David! Pues no sé si Asier será ese famoso «paciente cero», pero si lo es… desde luego tiene mucho que reflexionar jaja. Gracias por tus palabras. ¡Un saludo y buen fin de semana!
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