68. Secreto de sumario (III)

¿Qué significaban aquellos puntos? Parecía claro que se trataba de algún código que escondía algún tipo de mensaje. Sin dejar de darle vueltas, recogí la llave y el pequeño papel y guardé el envoltorio, con intención de destruirlo cuando estuviese en el habitáculo que hacía las veces de oficina; utilizaría el destructor del primer piso, ya que era el más utilizado de todo el edificio y se vaciaba prácticamente a diario.

Revisé la lista de tareas para la semana. Tenía pendiente finalizar, entre otras cosas, un reportaje sobre uno de los equipos de fútbol local; lo había avanzado bastante y podía permitirme el lujo de dedicar un rato a investigar sobre el misterio que me abordaba desde el día anterior. Inicié mi sesión personal en la red y dejé abierta la página principal de edición. Seguidamente, comencé con la búsqueda en una ventana oculta. Mi primer paso fue acudir a la criptografía: durante más de dos horas, examiné métodos de cifrado precientíficos y modernos; por sustitución, por transposición, simétricos y asimétricos, pero ninguno pareció darme la clave. Cansado y algo frustrado, me decanté por probar con lenguajes alfanuméricos, algoritmos… pero tampoco llegué a buen puerto. En ese momento, el jefe de la sección de deportes me llamó a su despacho: quería que me encargara de coordinar un volumen sobre la historia del deporte de élite de la ciudad. Al volver a mi mesa, Suárez me dedicó una mirada inquisitiva; parecía preguntarme si había tomado una decisión. Sin dedicarle más que un segundo, me encogí de hombros y, con un gesto de la mano, le hice ver que necesitaba algo más de tiempo.

Por suerte, la jornada discurrió rápido. Pese a ser viernes, no tenía plan a la vista para aquella noche, así que consideré que una pizza y una buena película podían ser una buena elección, seguro que Netflix o HBO me ofrecerían alguna alternativa aceptable. Envié un par de correos electrónicos, cerré mi sesión personal y bajé a deshacerme del sobre. Cuando lo hice, un nuevo mensaje de WhatsApp de la desconocida me sobresaltó: Gracias por seguir mis instrucciones. Supongo que comienza ahora su fin de semana. Si quiere conocer el contenido de la nota, diríjase a la Entreplanta del número 56 de la Gran Vía. Confío en que, allí, será capaz de hallar la respuesta que está buscando.

A esas alturas, una cosa tenía clara: la desconocida, o alguien en su nombre, me espiaba; tal osadía empezaba a colmar mi paciencia. Abandoné apresuradamente mi lugar de trabajo y, aprovechando que en la calle podía pasar desapercibido, llamé al número desde el que me llegaban los avisos. Como supuse, no había línea. La voz de la grabación me indicó que el número de teléfono marcado no existe.

Resignado, reconocí que no tenía nada mejor que hacer que acercarme al lugar que me había indicado. Al llegar, llamé a un número al azar del portero automático y una señora mayor respondió. Me identifiqué como el cartero y, aunque la persona pareció dudar, terminó por franquearme la entrada. Subí en el ascensor hasta la Entreplanta. Nada que despertase mi atención; solo un conjunto de oficinas, a modo de coworking, que albergaban servicios variopintos. Deambulé unos minutos por el lugar, revisando minuciosamente cada puerta, letrero o espacio, sin llegar a descubrir alguna pista interesante. Comencé a pensar que todo era una broma de mal gusto. Miré el reloj; hora de irme. Accedí nuevamente al ascensor y pulsé el botón de “0”. Al tacto, algo me llamó la atención: puntos… ¡braille! Pedí un taxi, no quería perder ni un segundo en llegar a casa.

Lo primero que me sorprendió es que existieran distintos idiomas en braille. Por pura intuición elegí el alfabeto español y comprobé. ¡Eureka!

s-e-w-e-r = 1/9/9/6

Anoté el resultado en el reverso de la pequeña nota y la guardé junto a la llave. Tenía la intuición de que faltaba algo más… ¡Eso es! “Sewer”, en inglés, significa “alcantarilla” o “cloaca”. El mensaje de rigor no tardó en llegar: Enhorabuena. Parece que ha comprendido el enigma. Por favor, conteste con la clave.

¿Ahora sí me permite escribirla? Muy oportuno… Tecleé la respuesta y esperé. A los pocos segundos, mi teléfono móvil sonó nuevamente: Estupendo. Es suficiente por hoy, descanse. Mañana, o tal vez pasado, recibirá noticias mías. Buenas noches.

Publicado por

Javier Sánchez Bernal

Licenciado en Derecho, Máster Universitario en Corrupción y Estado de Derecho y Doctor por la Universidad de Salamanca. Líneas de investigación: Derecho penal económico, Derecho y deporte, corrupción pública y privada. Proyecto de escritor.

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