Nunca he sido demasiado aficionado a los acertijos, quizá influenciado por la filosofía pragmática de mis padres, quienes, como buenos cirujana e ingeniero textil, me habían educado para abordar los problemas de forma rápida, sencilla y eficaz. Sin embargo, en este caso era consciente de que, si quería librarme de aquel entuerto o, cuanto menos, llegar a su final cuanto antes, no me quedaba otro remedio que bailar los pasos que me venían marcados. Me llevó algo más de veinte minutos comprender el método con el que se había ocultado el mensaje, si bien, una vez descubierto, resultó sencillo de resolver. El primer paso fue acudir al Evangelio de Mateo, en cuyo capítulo 19, versículo 30, dice: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros”. Sin duda, significaba que las últimas letras debían ser las primeras. Seguidamente, tras probar varias opciones, advertí que los dos guiones separaban frases independientes. Con ello, solo tuve que ir conformando las palabras:
“DIRÍJASE A LA AVENIDA REYES CATÓLICOS. LLAME AL NÚMERO 219 DEL BLOQUE JUNTO AL BAR. EN LA PUERTA VERÁ DOS DISCOS DE MARCAR CONCÉNTRICOS: UNO MÁS GRANDE CON LAS LETRAS DEL ABECEDARIO; OTRO MÁS PEQUEÑO CON LAS CIFRAS DEL 0 AL 9. FUNCIONA COMO LOS ANTIGUOS TELÉFONOS DE DISCO.
SIGA LAS INSTRUCCIONES:
INTRODUZCA LA LLAVE EN LA RANURA, EN POSICIÓN VERTICAL.
EN EL DISCO GRANDE, MARQUE LA “S” Y GIRE LA LLAVE EN SENTIDO CONTRARIO A LAS AGUJAS DEL RELOJ. DESPUÉS, MARQUE LA “E” Y VUELVA A GIRAR LA LLAVE EN EL MISMO SENTIDO.
REPITA EL PROCESO HASTA COMPLETAR LA PALABRA “SEWER”. AL TERMINAR, OIRÁ UN CLIC Y LA LLAVE VOLVERÁ A POSICIÓN VERTICAL.
EN EL DISCO PEQUEÑO, MARQUE EL “1” Y GIRE LA LLAVE EN SENTIDO DE LAS AGUJAS DEL RELOJ. REPITA EL PROCESO HASTA QUE OIGA EL CLIC Y LA PUERTA SE ABRIRÁ”.
Así que eso era: debía acudir a la calle Reyes Católicos. Me enfundé la gabardina, y me ajusté el gorro y los guantes, preparado para el frío nocturno. Salía del portal cuando recordé que, en la calle Reyes Católicos, no existía bar alguno y que, por el contrario, era conocido un bloque con numerosos apartamentos situado en la avenida Reyes de España. Una corazonada decidió dirigir allí mis pasos. No sabía si la nota contenía un error o se trataba de una prueba más, pero no dudé en hacer firme mi decisión. Una vez en el coche, prendí la calefacción a 25º, tratando de contrarrestar el aire helado que me había calado hasta los huesos.
Apenas quince minutos después, me encontraba frente al edificio; exactamente al lado de un bar. Busqué el número 219 en el portero automático y llamé. La puerta emitió un sonido característico, permitiéndome el paso. Lo primero que me llamó la atención fue un mural en relieve del Lazarillo de Tormes que presidía por completo la pared izquierda y que daba al edificio un contrapunto de otra época. Salvando dos pequeños escalones, advertí la garita del conserje, vacía a aquellas horas de la noche. Me encaminé al primero de los dos ascensores y pulsé el botón del segundo piso. Al llegar, me dirigí a la izquierda, donde una retahíla de viviendas se disponía en un largo pasillo corredor en forma de “L”. Localicé el número 219. En efecto, en un lateral de la puerta encontré el mecanismo que se describía en la nota: dos discos de marcado, similares a los de los antiguos teléfonos, se presentaban concéntricos. Introduje la pequeña llave de seguridad en una ranura situada en el centro. Siguiendo las instrucciones marqué la palabra “SEWER” en la circunferencia mayor, girando la llave en sentido contrario a las agujas del reloj tras cada letra. Sonó un clic y la llave volvió a la posición original. Entonces marqué, en la circunferencia menor, el año 1996, accionando la llave en el sentido de las agujas del reloj después de cada cifra. Un segundo clic y el rumor de un cerrojo al descorrerse.
Empujé la hoja de la puerta, con cautela, hasta dejarla entreabierta. La estancia, de unos 45 metros cuadrados, permanecía a oscuras, a salvo de una luz muy tenue, apenas perceptible, al fondo. El leve destello era suficiente, no obstante, para recortar una figura sentada en un escritorio, frente a un ordenador apagado.
—Le esperaba; pase —dijo una voz femenina, dulce pero segura—. Me alegra comprobar que ha llegado hasta aquí.
Qué nervios!☺
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¡Muchas gracias por leer la historia y comentar! Espero que disfrutes de los próximos episodios. ¡Un saludo!
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Reblogueó esto en RELATOS Y COLUMNAS.
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¡Qué emocionante! Y qué ganas de descubrir quién hay detrás de esa misteriosa voz.
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¡Muchas gracias, Ara, por leer la historia y por comentar! Gracias también por tus bonitas palabras. ¡Un abrazo!
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