
Desde su juventud se había sentido llamada a cambiar el mundo. Ahora, a sus noventa años de edad y con su salud seriamente deteriorada –apenas podía caminar espacios cortos con ayuda de un bastón de madera de diseño rústico, roído por el desgaste–, daba vueltas al cheque nominativo que le había llegado por correo postal certificado la tarde anterior.
Releyó la nota que lo acompañaba: Señora Lúpez. Le hago entrega de esta pequeña aportación para que pueda cumplir su sueño. Espero que le sea de ayuda. Con afecto, Marcelo Manríquez.
Sintió una energía renovada. Tomo su teléfono y marcó.
(100 palabras sin contar el título)
* . * . *
He creado este microrrelato para el reto mensual «Escribir Jugando» del mes de diciembre propuesto por Lídia Castro en su blog. Me he inspirado tanto en la carta como en la cara del dado («bastón») y he tratado de seguir también el desafío opcional. ¡Espero que lo disfrutéis!
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¡Genial, Javier! La esperanza es lo último que se pierde, ¿no? Emocionante final de vida. Muchas gracias por tu aporte al desafío de este mes. Un abrazo.
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Hola Javier, no hay nada como cumplir los sueños y qué mejor que poder llegar al final de la vida y que alguien nos dé una ayudadita. Muy buen microrrelato compañero. Saludos.
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Hola Javier, nunca hay que perder la ilusión, ni la esperanza. Precioso micro. Saludos y feliz Navidad.
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Sueños cumplidos… este mes hay unos cuantos. Buen micro.
Un saludo.
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