7. La chica del lazo azul

7:55. Como cada mañana, me siento temprano frente a la ventana de mi salón para ver ese lazo azul. Tan alegre, tan vivo. Hoy tampoco falta a su cita, regalándome una de esas miradas que me hacen sentir el más afortunado del mundo. Solo ese gesto me infunde energía para sobrellevar la pesada carga a la que me enfrento. El lazo azul se esconde tras las cortinas de su ventana, pero sigue observándome: somos jugadores cómplices en una misma partida que comenzamos cada día, en la que no hay vencedores ni vencidos; solo el placer de participar.

7:59. El lazo azul me mira de reojo y se sonroja, a la par que me ruborizo yo. Hemos terminado nuestra ronda de hoy. Me he sentido especial con cada movimiento, con cada mirada furtiva, con cada deseo inexpresado pero evidente. El lazo azul y yo sabemos que nunca compartiremos el mismo tablero, pero seguiremos citándonos tácitamente cada amanecer, a la misma hora, frente a frente.

La chica del lazo azul.

6. Infinito

Me miró… me meció con sus ojos como solo ella sabe hacerlo. Despacio, sin prisas. En ese momento no existe el tiempo. O, más bien, se hace nuestro. Solo nuestro. Se acercó sin dejar de regalarme sonrisas a cada paso, consciente de que, cuando estuviéramos uno frente al otro, ya nada sería igual. El miedo, las dudas… todo aquello que flotaba a mi alrededor cuando la vi, se convertía en nada cuanta menos distancia nos separaba. Ella lo sabía: yo también lo deseaba. 

Llegó a mi lado, confirmándose como ganadora de aquella batalla. Rodeó mi cuello con sus brazos al compás de los latidos, cada vez más acelerados, de lo que hasta hacía poco había sido un corazón maltrecho. Su perfume invadió mis cinco sentidos y me transportó al cielo. Se acercó aún más, hasta poder sentir su alma anudada a la mía. Si quería huir, debía hacerlo ahora. Me dejé llevar: no quería escapar de aquello. Quería refugiarme en sus labios y perderme para siempre. Ella me había encontrado. Tres, dos, uno…

Infinito.

5. Desengañada

No sé si debo rendirme. No lo sé. Simplemente no tengo fuerzas para seguir golpeándome con cada muro que el día a día me pone delante. ¿Entiendes? Todo esto es una mierda… a ratos. O casi siempre. Me he cansado de pelear por imposibles y de crear futuros que nunca llegan… Llevo demasiado tiempo diciéndome a mí misma que me merezco lo mejor y, tras el punto y aparte, solo hay frustración por coleccionar expectativas incumplidas.

No… no le voy a dar el gusto al destino de verme sufrir. Sé que se divierte hundiéndome en el barro y ya disfrutado de la noria tiempo suficiente. Pero tampoco me pidas que prepare una fiesta porque, sinceramente, no encuentro nada que celebrar. Sola vine y sola me iré. Así de sencilla y cruel es esta sucesión de fotogramas a la que alguien apodó existencia. Pero seguiré adelante, aunque solo sea por fastidiar a quien me creyó incapaz de vencer en este caos al que llamaron vida.